miércoles, 11 de febrero de 2015

No podemos quedarnos con una persona sólo porque lo amamos.

El ciclo de ser herida por alguien y luego perdonar se repite hasta que ya no tienes más energía. 
Hay lecciones que todos quisiéramos nunca tener que aprender y una de ellas es que, a veces, podemos enamorarnos de alguien que no nos hace bien, alguien que no debería estar en nuestras vidas.
Cuando amamos a alguien, no queremos ver sus defectos. Una vez amé a aun chico que me hacía llorar más de lo que me hacía reír. Nunca estábamos de acuerdo, pero nos queríamos. Pero a pesar de que lo amaba con cada fibra de mi ser, no pudo ser.

¿Valen la pena todos los malos momentos?
Los días que todos tenemos para vivir, amar y hacer que nuestros sueños se vuelvan realidad terminarán algún día. No son infinitos. No debemos malgastar el tiempo llorando pasándolo mal. La vida no está para eso.
Lo último que quieres es despertarte en 5, 10 o 20 años y darte cuenta que ya no puedes seguir así, que ya no soportarás otro mal día. Podrías haber pasado esos años siendo feliz, persiguiendo tus sueños, teniendo una carrera exitosa o amando a alguien que te hubiese amado sin herirte.

El amor es algo hermoso y poderoso, pero amar a alguien no cambiará el hecho de que él o ella sean un componente tóxico de tu vida.
Siempre existirá el miedo de que este sea el amor de nuestra vida, que nunca más encontraremos algo o alguien que nos haga sentir de la misma forma. Pero debemos ser lo suficientemente fuertes, como para saber que estaremos bien, que no podemos quedarnos con una persona sólo porque lo amamos.
Estar enamorado no es suficiente para que una relación funcione o dure: se necesita mucho más. Se necesita confianza y comunicación y empatía. Se necesitan dos personas que estén dispuestas a dar más de lo que reciben todos los días.

Visto en Elite Daily 

Recuerdo que hace años; cuando platicaba con mi amiga Gaby sobre su novio, le decía que pusiera en una balanza si los momentos malos opacaban a los buenos, cuando hiciera eso y su primer pensamiento le respondiera sabría que hacer.

Cuando le daba esos consejos, yo me hacia la misma pregunta; en ese entonces me venian a la mente tantos recuerdos que mi respuesta era si. Aun ahora no me arrepiento, pero si creo que debi hacer caso a mi propio consejo cuando la respuesta fue diferente.

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