[...] Y he aquí otra cosa, otro embuste que hizo Titlacahuan. - el dios Tezcatlipoca-, hizo algo que resultó un portento : se transformó, tomó rostro y figura de un Tohuenyo : "nuestro vecino, el huasteco forastero ".
Ahora bien, a la hija de Huémac, que estaba muy buena, muchos de los toltecas la deseaban y la buscaban, tenían la intención de hacerla su mujer.
Pero a ninguno le hacía la concesión Huémac, a ninguno le daba su hija.
Y la dicha hija del señor Huémac miró hacía el mercado y vio al dicho Tohuenyo desnudo, y el miembro genital, y después de haberlo visto la princesa se metió al palacio y ahí se le antojó el miembro de aquel Tohuenyo ; y luego comenzó a estar muy mala por el amor de aquello que vio; se le hinchó todo el cuerpo, entró en grande calentura, como sintiéndose pobre del pájaro de Tohuenyo.
Y las mujeres que la cuidaban respondieron : ¡Señor de esta enfermedad fue la causa el indio Tohuenyo, que andaba desnudo y vuestra hija lo vio y miró el miembro genital de aquél y está mala de amores! ¡Es el Tohuenyo que está vendiendo chile: le ha metido el fuego, le ha metido el ansia!
Y luego fue buscado por todas partes. Y como no aparecía nadie, subió un pregonero a la sierra y pregonó: ¡Ah toltecas! Si halláis un Tohuenyo que andaba vendiendo ají verde, traedlo ante el señor Huémac. El señor lo busca.
Enseguida se hacen pesquisas, en ninguna parte anda, revuelven todo Tula y aunque hicieron todo esfuerzo no lo vieron por ninguna parte. Entonces vinieron a comunicar al señor que en ninguna parte habían visto al Tohuenyo.
Apresurados fueron los toltecas a traer al Tohuenyo y lo presentaron ante Huémac. Este pregunto: ¿De dónde sois?
El otro respondió: Señor, yo soy forastero, vengo por aquí a vender chilito.
¡Ponte el maxtle, tápate!
A lo cual respondió el Tohuenyo: Señor, tenemos tal costumbre en nuestra tierra, pues nosotros así somos.
Luego, Huémac le reclamó: vos antojasteis a mi hija. Tú le has despertado el ansia. Tú deberás de curarla, la habéis de sanar.
¿Qué dices?, espetó Huémac.
Que no soy más que un pobre vendedor de chile y merezco morir.
Entonces Huémac le dijo: ¡Pues tú la curarás! Por la fuerza habrás de sanar a mi hija, no tengas miedo.
Y enseguida le cortaron el pelo, lo bañaron y después de esto, lo ungieron, le tiñeron todo el cuerpo con tinta, le pusieron un maxtle, le ataron la manta. Y cuando lo dejaron así arreglado, le dijo el señor:
Mira a mi hija, ahí está guardada. Anda y entra a verla.
El Tohuenyo entró a verla, cohabitó con ella y durmió en su estera. Con esto, al momento sanó la mujer. Enseguida, se convirtió al Tohuenyo en el yerno del señor Huémac ...
Escritor: Eugenio Aguirre. En colaboración con Federico Andahazi.
Editorial planeta
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