Salmo 63: “el dolor me rompe el corazón, estoy desesperado. Busco un consolador y no lo hallo”, por eso quien sufre sumido en la tristeza no busca sermones ni palabras, sino que necesita la compañía y abnegación del amigo, la dimensión de llorar juntos: “bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados” (Mt 5,5), y el que no tiene quien esté a su lado dirá aquello de “he llorado mucho por la noche, porque mi consolador está lejos de mí” (Jer 1,16).Yo, yo mismo os consolaré. Transformaré vuestra tristeza en alegría… El Señor dice: Os llevaré en brazos y jugaréis sobre mis rodillas. Como una madre consuela a sus hijos, así os consolaré yo” (Is 65,11-13).
Cristo conforta pues, no sólo porque por ser verdadero Dios conoce al yo individual que sufre en su soledad, ni porque Él haya dado respuesta a la pregunta sobre el sentido del dolor, sino porque Él mismo es la respuesta a todos los interrogantes del hombre. Cristo no ha resuelto el misterio, sino que lo ha hecho precisamente más profundo y mayor: Mysterium Crucis.” La gran paradoja que decía Juan Pablo II, más allá de toda razón según san Pablo, que resplandece en la noche pascual, pues Cristo venció a la muerte, pero sigue de algún modo sufriendo en cada sufriente, Jesús está queriendo consolar a cada persona que sufre, sufrir con ella. Y esto no se queda en palabras, como descubrió aquella persona: "Hoy comprendo lo que es amar la cruz: acabo de ver a Cristo clavado en mi cruz, ahora cuando sufro, sufro abrazada a Él!"
Cuando se pasa de aguantar a aceptar. La esencia del sacrificio no es el dolor, sino el amor, no somos masoquistas… así “Cristo nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos consolar a otros en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios” (2 Cor 1,4).
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El Santo Padre subrayó que incluso “cuando toca a los queridos familiares, la muerte nunca es capaz de parecer natural”, y señaló que “sobrevivir a los propios hijos tiene algo particularmente angustioso, que contradice la naturaleza elemental de la relación que da sentido a la misma familia”. “no se debe negar el derecho al llanto –tenemos que llorar en el luto– también Jesús ‘rompió a llorar’ y se ‘turbó profundamente’ por el grave luto de una familia que amaba”. el Santo Padre indicó que “la pérdida de un hijo o de una hija es como si parase el tiempo: se abre un abismo que engulle el pasado y también el futuro”.
La muerte “es una bofetada a las promesas, a los dones y sacrificios de amor alegremente entregados a la vida que hemos hecho nacer”. cuando alguien cercano muere su mirada “es dolorosa”. “La muerte toca y cuando se trata de un hijo toca profundamente. Toda la familia queda como paralizada, muda”. “la muerte es como un agujero vacío que se abre en la vida de las familias y de la que no sabemos dar explicación”.
Esto conlleva que a veces “se llega a echar la culpa a Dios”. “¿‘Por qué me has quitado a mi hijo, a mi hija? Dios no existe, ¡Dios no existe!’”, dijo el Papa a ejemplo de lo que a veces sucede. “Esta rabia es un poco lo que viene del corazón por un dolor grande Pero en la Iglesia, indicó, “con la gracia de su compasión donada en Jesús, muchas familias demuestran con los hechos que la muerte no tiene la última palabra: esto es un verdadero acto de fe”. “La oscuridad de la muerte va afrontada con un intenso trabajo de amor. ‘Dios mío, ¡ilumina mis tinieblas!”, podría pedir alguno. “En la luz de la Resurrección del Señor, que no abandona a ninguno de aquellos que el Padre les ha confiado, nosotros podemos quitar a la muerte su ‘aguijón’”, dijo el Papa, a la vez que “podemos impedir que nos envenene la vida, echar a perder nuestros afectos, hacernos caer en el vacío más oscuro”.
El Santo Padre destacó que “en esta fe podemos consolarnos el uno a otro, sabiendo que el Señor ha vencido a la muerte de una vez por todas” y “la esperanza nos asegura que ellos están en las manos buenas y fuertes de Dios”. El Papa reiteró que “el amor es más fuerte que la muerte” y por ello “el camino es hacer crecer el amor, hacerlo más sólido, y el amor nos cuidará hasta el día en el que cada lágrima será enjugada”. Si nos dejamos sostener por esta fe, la experiencia de luto puede generar una fuerte solidaridad de lazos familiares, una nueva apertura al dolor de las otras familias, una nueva fraternidad con las familias que nacen y renacen en la esperanza”. Y esto “nos da la fe”.
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Cuando fallece un ser querido, queda en nosotros un sentimiento de soledad y desconcierto. Al pensar que algún día vamos a experimentar la muerte, también nos llenamos de desasosiego.
Perece nuestro cuerpo, pero nuestra alma, nuestro espíritu, no deja de existir, pues es inmortal.
El Eclesiastés nos dice (Ecl 12, 1), “antes de que regrese el polvo a la tierra de donde vino, y el espíritu regrese a Dios, que lo dio” (Ecl 12, 7).
Jesús puede afirmar que Dios “no es Dios de muertos, sino de vivos, porque todos viven por él” (Lc 20, 38).Nosotros podemos pedirle a Dios que nos conceda tomar conciencia de que nuestros seres queridos no nos han abandonado, puesto que como una nube nos envuelven (Hb 12, 1), yendo más allá de lo que aparece a nuestros sentidos,
(2Re 6, 15-17).”
Esta puede ser nuestra oración: “¡Señor, ábreme los ojos para que pueda percibir que mis seres queridos que han muerto, no me han abandonado del todo; que tome conciencia de que su presencia me envuelve como una nube! ¡Señor, ábreme los ojos para que vea!”.
La muerte física es dolorosa. Nuestro Señor lloró ante la muerte física de su amigo Lázaro (Jn 11, 35-36), a quien amaba entrañablemente (Jn 11, 36). Pero ante el drama que supone la muerte de un ser querido, Jesús se nos presenta como la resurrección y la vida (Jn 11, 1-44):
“Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo el que esté vivo y crea en mí, jamás morirá. ¿Crees esto? (Jn 11, 25-26).”
Por eso no hay lugar para una tristeza sin esperanza:
“No queremos, hermanos, que permanezcan ignorantes acerca de los que ya han muerto, para que no se entristezcan como los que no tienen esperanza. Nosotros creemos que Jesús murió y resucitó, y que, por tanto, Dios llevará consigo a los que han muerto unidos a Jesús (1Tes 4, 13-14).”
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Todos sabemos por experiencia personal, lo que significa la muerte, es un trozo del corazón que se desgarra. El mismo Señor Jesús, lloró la muerte de su amigo, Lázaro.
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Había un hombre de los fariseos, llamado Nicodemo, prominente entre los judíos.”Este vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él. Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te asombres de que te haya dicho: “Os es necesario nacer de nuevo.” El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede ser esto? Jesús respondió y le dijo: Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas?.
vivirlo dia a dia y asi acercarnos mas a el
le decían a los apóstoles que porque habían dejado todo para seguirlo. porque dejar la vida.
en el silencio te encontrare
bienaventurados los que creen sin haber visto
que te llama a seguirlo si no lo viste, todos lo dicen o lo escribieron.
si las cosas de la tierra no se creen como vas a entender las cosas celestiales, es algo más grande. la fe, la fe es…
de que te sirve tener fe sin obras no va una cosa sin la otra.
cuántas veces el se bajo a nuestro nivel para que lo entendiéramos
noe - abraham - virgen no dudaron.
porque vas a la iglesia, porque lo buscas precisamente ahi y no en el campo. porque queremos vivir no te vemos pero se siente tu presencia
donde haya dos o tres ahí estaré la palabra no sería palabra si no estuviéramos reunidos. se siente su presencia y ese es el consuelo.
Que esta noche no sea solo una noche, sino que la vivamos cada día, porque él nos pidió conmemorar y que estas personas que estamos esta noche lo vivamos asi, cada dia. viviendo su mandamiento para cambiar nuestra vida en acciones, en mente y en palabra.
porque la muerte nos aleja de nuestro amado pero lo acerca a Dios y esa es una gracia incomparable, que nos da al espiritu.